Hola a todos,
Hoy hablaré sobre un artista fundamental e imprescindible en la Historia del Arte. Se trata de un hombre que deja en el mármol su talento, su pasión, su estética de la belleza, su filosofía neoplatónica, su aspiración hacia lo monumental, sus creencias religiosas; el valor de sus obras está tanto en la forma como en el contenido, en lo visual y en lo conceptual, en su arte y en su escritura, en su pintura y en su escultura, en el amor por la forma humana, por lo masculino, por la naturaleza, por la creación.
Son tantas sus virtudes, es tan grande su arte, es tan importante su aportación, que este artista de alguna forma logró ser inmortal, logró marcar el curso de la historia; No se puede sentir más que admiración, ya que estamos ante un artista innato, un artista calificado de “genio”, un hombre que siente lo que crea, se esmera por hacerlo más sublime, por transmitir más, llegando incluso a romper con la reglas dejando una gran influencia a las generaciones venideras. De modo que, con todas estas características, no podría hablar de otra persona que de Miguel Ángel. No haría falta siquiera decir que es un artista florentino nacido en 1475 y que en toda la primera mitad del siglo XVI desarrollará su arte, evolucionando su técnica de acuerdo con sus ideales y sus creencias.
Mi objetivo hoy es hablar de Miguel Ángel desde otra perspectiva. Analizaré sus ideas estéticas, lo que entiende por belleza para comprender sus obras, y veremos que, al final de su vida, realizará obras que incluso llegaron a influenciar a artistas impresionistas como el escultor Rodin. Por ello, considero que un artista como Miguel Ángel no desentona de la temática que he seguido hasta ahora.
Un aspecto fundamental para entender su arte es que Miguel Ángel concibe el mundo como un escultor; lo que le interesa es la forma sólida y el cuerpo humano como lo único realmente digno de ser representado, de hecho, vemos incluso en su pintura que este aspecto queda reflejado, pues con obras tan célebres como la Capilla Sixtina no vemos otra cosa que cuerpos y, curiosamente, incluso cuerpos masculinos en personajes femeninos. Para Miguel Ángel no hay nada más perfecto y más bello que el cuerpo humano, pero el cuerpo humano masculino. Este aspecto refleja que Miguel Ángel tiene una concepción propia de su tiempo, de la cultura del renacimiento, y que sigue la línea de la filosofía neoplatónica, haciendo referencia también a su posible homosexualidad que pudo haberlo condicionado.
La filosofía neoplatónica decía que el concepto de una obra tenía prioridad sobre la realización, porque ésta presenta imperfecciones. Recordando a Platón, este decía que el arte es engañoso, pues es simplemente imitación de las cosas sensibles, que son, a su vez, copias de la ideas, que son lo realmente verdadero. Con el neoplatonismo, no se rechaza el arte de esta manera, pero se hereda el pensamiento de lo que realmente importa no es lo material, no es lo que vemos, si no lo que entendemos, la idea que ha llegado a nosotros a través de una obra de arte. El arte ahora, no es engañoso, pues el artista tiene una nueva función, se abarca desde un punto de vista diferente. Lo que el artista debe buscar no es la mímesis de la naturaleza propiamente dicha, sino representar lo que hay de Dios en ella. El artista tiene la labor de perfeccionar la propia naturaleza, es considerado un segundo creador después de Dios. Este concepto será fundamental en el Renacimiento, en el pensamiento humanista, el hombre empieza a ser el centro, la medida de todas las cosas, el artista alcanza un alto nivel en la sociedad, ya que pasa a ser un artista intelectual, las artes se ponen al mismo nivel que la lógica, la aritmética o la música.
Con estas ideas, y volviendo a las obras de Miguel Ángel, haremos un recorrido por sus obras para entender bien estos conceptos. En un primer momento, en obras como el famoso David (1501) vemos la clara plasmación de lo que entiende por belleza Miguel Ángel. Si la belleza se encuentra en el cuerpo masculino, aquí no puede estar mejor representada, ya que presenta la belleza juvenil. Vemos también algo fundamental en su expresión, la virtud cívica. Vemos tensión y reposo, fuerza y energía, pero no es un David violento, dominado por sus impulsos o la furia. Vemos el ejercicio de su propia mente, su reflexión ante la situación en la que se encuentra, su planificación para actuar y obtener la gloria.
De esta escultura, avanzando hacia 1550 nos encontramos con las tumbas de Lorenzo y Guiliano de Medici, donde empezaremos a ver ese aspecto neoplatónico de que lo que prima es el concepto. De todos modos, lo que resalta esencialmente en estas esculturas es la gran anatomía que desarrollan, recordando a las figuras de su Juicio Final. Se trata del cuerpo humano en todo su esplendor; en palabras de Miguel Ángel no puede quedar más claro: “La figura humana, creada a imagen y semejanza de Dios, lleva en sí el vestigio de la belleza eterna y es el único objeto verdadero del arte”.
Sin embargo, centrándonos en la idea de que el concepto prima sobre la realización, empezamos a ver en estas figuras algo realmente novedoso e impactante: ninguna de estas figuras está acabada en su totalidad. Una primera explicación a esto que hay que tener en cuenta, es que Miguel Ángel realiza sus esculturas como si salieran del bloque de mármol, saca la figura de la piedra poco a poco como si surgiera de ella. De modo que, a medida que fue madurando, asumiendo el pensamiento humanista sobre la primacía de la idea y su profundo sentimiento religioso, que se acentuó sobre todo ya en sus últimos años de vida, lo que busca no es más que la máxima expresión de las emociones y el alma; y el mayor ejemplo para mostrar este aspecto es su última obra, la Piedad Rondanini (1561-1564). Aquí vemos que el artista llega incluso a abolir toda idea de belleza en aras de la sola espiritualidad. Vemos con una obra inacabada una gran expresión: sufrimiento, amor… Es realmente interesante que en un tiempo en el que las obras inacabadas se consideraban señal de fracaso, Miguel Ángel llegara a tal extremo, a representar de forma tan radical el pensamiento humanista y sus propios sentimientos.
Es curioso como su escultura pudo influenciar a artistas de finales del XIX, principios del XX como Rodin. Está claro que el Impresionismo no considera que el concepto prime sobre la realización, la filosofía que hay detrás es muy distinta, pero el método que se utiliza para ambas es muy parecido. El Pensador (1902) de Rodin nos remonta claramente a Miguel Ángel, ya no por su técnica del inacabado, sino por la propia anatomía de la figura. De todas formas, hay una idea en Rodin que nos puede hacer reflexionar: la imagen es superior al material con el que está construido. En este caso, la “imagen” podría substituir a la palabra “concepto” y la palabra “material” a “realización”. Rodin a lo que se refiere con esto es que independientemente del material que utilice (ya que él trabajaba mucho con materiales pobres como el yeso) la imagen de la obra, lo que se representa, es lo que cuenta. En ambos artistas, vemos que hay un concepto, una idea, una intención, que está por encima de lo que se ve con los propios ojos; con Rodin lo que cuenta es también visual, pero sólo debemos centrarnos en lo que él dice que importa. Y, analizando aún más la i
nfluencia de Miguel Ángel, es curioso que Rodin eligiera su estética para representar una actividad intelectual, una actividad de la mente, el propio pensar. ¿Estamos, así pues, ante un artista contemporáneo que nos dirige de nuevo hacia la importancia del concepto? No sería de extrañar, pues ya hemos visto hacia donde se encaminó el arte contemporáneo del s. XX. Lo que llamamos arte conceptual, es aquel que ya se fundamenta en sí mismo, el arte es el propio concepto, no necesitamos de la técnica, de las artes plásticas siquiera. Cualquier objeto sirve para expresar un concepto, la propia filosofía es lo artístico. El arte tal y como lo entendíamos hasta finales del s. XIX deja de existir.
Así pues, creo que todo aquel que contemple y admire a Miguel Ángel sentirá inevitablemente cierta nostalgia por aquellos tiempos en los que el arte abarcaba mucho más que un concepto; hemos desechado el dominio de la propia materia a límites extremos, nuestro poder esta en la mente y ya no- por lo menos en mucha menor medida- en las habilidades técnicas.
Mi intención no es desvalorar el arte contemporáneo de hoy en día; simplemente creo que, de vez en cuando, mirar hacia atrás, ver de lo que somos herederos, reflexionar sobre nuestra historia, sobre el arte que conservamos, sobre las filosofías que nos condujeron hasta aquí, que nos hicieron ser como somos, es algo fundamental. Reflexionar sobre el pasado mirando al futuro y ver si el hombre avanza hacia algo mejor, si cada vez se supera, si progresa… preguntándonos en cuanto al arte qué es lo que está pasando, cuál es el fallo del rechazo general que produce el arte contemporáneo. ¿Es que intentamos ver en obras actuales los méritos de artistas pasados y no sentimos más que frustración al darnos cuenta de que todo ha cambiado? ¿Somos otra generación más que no asimila ni asume el arte de su tiempo? En fin, es curioso todo lo que Miguel Ángel puede aportar, recurriendo al siglo XVI para preguntarnos por el siglo XXI.
HeLaDe